Vieques:
Paraíso
de Especuladores
Por
Carmelo Ruiz Marrero
Claridad
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Se
fue la marina, pero las tierras viequenses siguen siendo
objeto de diferendo y desacuerdo. Esta vez no es por el
militarismo sino por la dinámica del capitalismo. Ahora
que ya no hay bombardeo, la Isla Nena se está perfilando
como un verdadero paraíso ante los ojos de extranjeros y
puertorriqueños de la Isla Grande que están aprovechando
y comprando ahora terrenos y casas y abriendo negocios.
Estos nuevos visitantes, que incluyen desde sanjuaneros
buscando una casa de veraneo y norteamericanos ansiosos
por abrir una fonda o restaurante hasta especuladores, están
causando cambios demográficos y económicos en Vieques
que pueden trastocar permanentemente el carácter y alma
de la isla para bien o para mal.
Hay gran preocupación entre amplios sectores en Vieques y
la Isla Grande de que pase como en Culebra. Tras irse la
marina, Culebra ha experimentado un boom desarrollista
insustentable y descontrolado que amenaza con convertir
esa isla municipio en un peñón inhabitable en el futuro.
Temen que la especulación de terrenos logre lo que la
marina no pudo: convertir a los viequenses en extranjeros
en su propia tierra, esta vez no en aras de la
“seguridad nacional” sino del libre mercado y la
empresa privada.
Pero la moneda tiene dos lados. Si hay gente comprando es
porque hay gente vendiendo. Es simple aritmética
capitalista: no hay oferta sin demanda, y viceversa. Si
bien hay muchos extranjeros comprando propiedades es
porque hay al menos un sector de la población viequense
que está vendiendo. Y no pueden ser dos o tres vendedores,
porque para que haya un boom de bienes raíces debe haber
mucha oferta, en otras palabras muchos dispuestos a
vender. La situación no se presta a un análisis maniqueísta.
No es como cuando estaba la marina, que había
“buenos” y “malos” en bandos polarizados y era fácil
saber quién estaba en qué lado. La semana pasada
viajamos a Vieques para examinar el asunto.
En la lancha de carga de camino a Vieques hablamos con
Gustavo Marín Méndez, sanjuanero que se mudó a la Isla
Nena hace un par de años y abrió allá un restaurante
con su esposa viequense. Todos los miércoles en la
madrugada toma la lancha de carga a Fajardo y corre a las
megatiendas para surtirse de mercancía para el
restaurante y regresa al embarcadero a tiempo para tomar
el último transporte de regreso a Vieques.
Marín Méndez es también corredor de bienes raíces.
Expresó que tras la salida de la marina Vieques es una
tierra de oportunidades, y no comparte el pesimismo de
otros sectores que ven la inversión extranjera con recelo
y sospecha. Pero eso dicho, le preocupa grandemente la
mentalidad de quienes quieren “desarrollo a como dé
lugar” al estilo de la Isla Grande y Culebra.
Nos dijo que algunos viequenses asocian el progreso y el
desarrollo con megatiendas y establecimientos de comida rápida,
y no quieren entender que el atractivo turístico de
Vieques es precisamente que ahí no hay ninguna de esas
cosas. Muchos de los que así piensan nunca han vivido en
el área metro y por lo tanto nunca han experimentado lo
que es vivir en zonas de alta criminalidad, donde los
tapones, el ruido y el aire sucio son la orden del día y
donde uno tiene que acostumbrarse a dormir con una sinfonía
de tiroteos, sirenas de policía y alarmas de carros.
Marín Méndez plantea si se da en Vieques el patrón de
desparramo desbocado y mala planificación de la Isla
Grande, todo el mundo saldrá perdiendo, porque ningún
turista va a tomar la lancha a Isabel Segunda para ir a
McDonald’s o Subway, cuando en otros municipios ya eso
lo hay de sobra.
“A los agentes de bienes raíces se nos culpa por el
alza en los precios de propiedades, pero nosotros no
tenemos nada que ver con eso”, dijo Lynne Wetherby,
estadounidense que tiene un negocio de bienes raíces en
el barrio Esperanza. “El valor lo determina lo que la
gente esté dispuesta a pagar. Es tan sencillo como eso,
el mercado dicta los precios.”
Wetherby nos informó que antes de la salida de la marina
vendía como mucho una propiedad al mes. Pero este año su
negocio se triplicó y las propiedades están subiendo de
valor 25% al año. Ella considera risible la idea de
imponer una moratoria a la especulación, como proponen
algunos, ya que argumenta que al suprimir la demanda la
oferta todavía estaría ahí, exacerbando aún más el
problema que se pretende resolver.
Pero Wetherby está de acuerdo en que debe haber algún
tipo de control. Por ejemplo, opina que la entrada de
negocios de comida rápida sería la ruina de Vieques
desde el punto de vista turístico y que además, la
ausencia de estructuras de más de tres pisos le da
belleza a la isla. Vieques no tiene esos condominios
adefesios como los de El Condado e Isla Verde, que tapan
por completo la vista al mar.
En años anteriores los compradores eran mayormente gente
encantada con la belleza de Vieques, ansiosa por irse a
vivir allá o por lo menos tener una casa de veraneo, y le
hacían a Wetherby preguntas acerca de la calidad de vida
en el lugar. Pero ahora con más frecuencia vienen a ella
especuladores con signos de dólar en los ojos, cuya única
intención es revender las propiedades. Lo único que le
preguntan es cuánta ganancia le pueden sacar a la
propiedad. “¿Por cuánto puedo revender esto de aquí a
dos o tres años?”
No
es fácil
Nos contó Carmen Valencia, de la Alianza de Mujeres
Viequenses, que la comunidad enfrenta enormes presiones
económicas y que no es fácil resistir las ofertas de
compradores que vienen billete en mano a ofrecer sumas de
seis cifras por terrenos baldíos.
Dijo Valencia que hay familias divididas en torno al
asunto, con hermanos en desacuerdo sobre si vender o no
las tierras que heredaron de sus padres y abuelos. Unos
quieren vender para salir de apuros económicos, después
de todo la tasa de desempleo en Vieques está muy por
encima del promedio del país. Otros no quieren vender por
entender que es un patrimonio inalienable.
Pero es difícil. ¿Quién le puede decir “no” a $100
mil? Y si el vecino logró vender su terruño baldío por
$140 mil, ¿entonces por qué uno no puede vender el suyo
por ese mismo precio?
En medio de la penuria y las ofertas tentadoras, uno
tiende a olvidar lo obvio: que $100 mil o $140 mil
realmente no es mucho, especialmente cuando se comparte
entre varias personas. En cuestión de dos o tres años,
uno acaba en la misma situación económica de antes. Así
es el ciclo de la especulación: a corto plazo el vendedor
sale ganando pero a la larga los beneficios se esfuman. Y
uno no puede evitar sentirse timado cuando el comprador
varios años después coge y revende la propiedad por una
suma muchísimo mayor.
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